sábado, 21 de marzo de 2009


A veces mi puño cerrado es como un árbol, se recoge en si mismo como un árbol con frío y amaga con abrir su copa para acariciar los sueños utópicos que depara mi destino; mi destino escrito en la cortesa que es mi piel, que es mi sombra a cada paso, que es la savia que regurjita en mis venas llevando viento calido a cada una de mis hojas. Mi puño cerrado es mi deseo a punto de explotar y es una playa mansa y lejana olvidando huellas en la arena, apenas pedazos de mundos molidos por el tiempo que viaja en olas y desfayece en espuma. Mi puño cerrado no esconde, muestra lo que yo mismo no puedo ver, por tonto nomas o por necio. Como una roca o una musa esculpida en marmol mi puño se erige entre el follage, rodeado de vida minuscula, imperceptible; mi puño cerrado es como un insecto sin clasificar, sin ojos, sin dientes, sin bocas ni corazón; un desalmado entre millones de olvidados. Mi puño cerrado lejos de ser una amenaza se alza como una promesa: promesa de árbol.

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